miércoles, 15 de mayo de 2019

Viaje al pasado

Tenía trece años cuando este insólito hecho marcó mi vida. Era un sábado a la noche, alrededor de las 21:00. Cansada de todo el día, decidí ir a la casa de mi abuela, a quien no veía desde hacía mucho tiempo. Me preparé, agarré mis cosas, comencé a sentir un extraño presentimiento, como si algo muy malo estuviera por ocurrir.
     Llegué a lo de mi abuela. Apenas la vi, fui corriendo a abrazarla, realmente estaba feliz. Ir a su casa era muy entretenido, siempre me contaba historias de su juventud o de cosas interesantes. Mientras ella lo hacía, yo me sentaba cómodamente en un viejo y ruidoso sillón, que hasta chillaba de los años que tenía.
     Aquella noche fue muy distinta. Mi abuela me estaba contando la historia de su casamiento hasta que logró que me quedara totalmente dormida. En un momento, comencé a sentir un extraño cosquilleo, como si miles de hormigas estuvieran caminando sobre mi cuerpo. De repente, sentí una necesidad de levantarme inmediatamente. Al abrir los ojos, me encontré con la sorpresa que estaba en una casa totalmente desconocida, tirada en el suelo. Escuché una voz muy conocida, mientras la silueta de una muchacha se acercaba hacia mí. Cuando recuperé totalmente la vista, me llevé una gran sorpresa. ¡Era mi abuela! Con unos cincuenta años menos. Se la veía muy asustada, como si no me conociera.
-¡Abuela!  ¿Porqué estás tan joven? - pregunté asombrada.
-Abuela? Quién eres tú?- Dijo riendo, creyendo que era una broma.
-Soy yo, Carmela!
-Carmela? Yo no conozco ninguna Carmela.
-Espera un segundo...me puedes decir la fecha?- pregunté, ya entendiendo un poco lo que pasaba.
- Hoy es 3 de mayo- respondió.
-Y el año?
-1953. Acaso no sabes el año en el que estamos?
     Todavía no me daba cuenta si era un sueño, pero parecía muy real. No sabía de qué manera me había transportado a esa época, pero tenía una idea de cómo podía volver. Se me ocurrió que con ese mismo sillón, podría regresar.
-No sé quién eres, ni cómo llegaste a mi casa, me estás asustando…- dijo mi abuela.
En ese momento me di cuenta de que diga lo que le diga, nunca iba a entender lo que me había pasado, ni que era su propia nieta. Era algo ilógico que ni siquiera yo podía creer.
-No quise asustarte, solo estoy perdida. Trato de encontrar un antiguo sillón que pertenece a mi familia. Desapareció de mi casa y no podemos encontrarlo por ningún lado, estamos desesperados. – mentí.
-Bueno, puedo ayudarte si quieres. Pero deja de meterte en casas ajenas, no está bien.- me respondió, un tanto enojada.
Le conté cómo era, absolutamente todos sus detalles.
-Sé perfectamente cuál es. Mi familia y yo lo vendimos hace mucho tiempo, pero nos pertenecía. ¿Cómo es que dices que era de tu familia?
-Em..no lo sé, me habré confundido..- dije nerviosa.
Juntas, comenzamos a investigar dónde podría estar. Lo habían vendido hace ya mucho tiempo, pero yo no iba a perder mi esperanza.
-Al primer lugar al que lo vendimos fue al hogar de una anciana. Podríamos ir a visitarla para ver si lo sigue teniendo, si quieres.
-Sí, sería genial.- dije, un poco aliviada.
Mientras caminábamos, reflexioné un poco. Mi abuela era una persona muy generosa, no cualquiera ayudaría a una desconocida. La miraba y no podía parar de pensar en las ganas que tenía de abrazarla, de contarle absolutamente todo. Pero el único resultado de eso habría sido un completo desastre. Ella nunca creería que soy su nieta.
     Continuamos caminando. Al llegar a la casa de la anciana, tocamos la puerta. Nos abrió un tanto enojada, sin entender quiénes éramos.
-Martha! Como estás?- dijo mi abuela.
-Quien eres tú?- dijo la anciana.
-Ana! Ya te olvidaste de mí? preguntó.
-Ana! Cuanto tiempo sin verte, pasa.
Entramos las dos a su casa, mientras con la vista buscaba el tan esperado sillón. Lamentablemente, no lo encontraba. Hasta que decidì preguntarle. Me respondió que se lo había regalado a su hija y nos pasó su dirección. La mujer insistìa en que nos quedemos pero yo quería irme rápidamente, no sabía cuánto tiempo más podría aguantar en aquella época.
Llegamos a la casa de Rosa, la hija de Martha. Nos hizo pasar. El sillón estaba ahí, en la entrada de la casa, como si hubiera estado esperándonos. Nunca estuve tan feliz de ver ese horrible sillón. Le preguntamos si podíamos llevarlo a nuestro hogar, que era muy importante para nosotras.
-Llévenselo, ya ni siquiera lo utilizo, está muy viejo- dijo Rosa.
Lo llevamos a la casa de mi abuela y me senté en él. Pero había algo que no funcionaba. Seguía en el mismo lugar, intentaba dormirme en diferentes posiciones, pero nada servía, algo faltaba, pero no se me ocurría qué.
Cuando pensé en lo que había ocurrido esa noche, me di cuenta de que necesitaba una historia de mi abuela. Cada vez me quedaba menos tiempo y eso me desesperaba. Rápidamente fui a pedirle a mi abuela que me contara una historia con la excusa de que no me podia dormir. Ella con gusto accedió, siempre fue una gran narradora. Estaba escuchando con atención, cuando finalmente logré quedarme dormida.
Al despertarme, estaba por fin en mi época, en lo de mi abuela. Pensé que no iba a funcionar y que quedaría ahí e otra dimensión para siempre, no podía creerlo. Cuando reconocí a mi abuela, fui a darle un fuerte abrazo para recordarle lo mucho que la amaba.

1 comentario:

  1. Trini: hay problemas de formato. No se puede leer. Por otro lado, hay que quitar los resaltados y las correcciones del borrador en el texto final. Corregir y avisarme por mail cuando esté listo.

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